Allí, ya entrada la noche, todo parecía distinto: un sueño, una pesadilla... Otra realidad en todo caso. Me asomé al gran ventanal que había en la habitación -todos los sanatorios tendían, al menos en el pasado, a incluirlos en su arquitectura sanitaria-, y una brizna de aire fresco y limpio me sopló como una caricia a la cara, cosa que agradecí serenamente. Me di cuenta de que todo lo veía de otro color, o, mejor dicho, bajo otra luz: una luz artificial de fluorescentes encendidos que se fusionaba y entroncaba en los cristales con llamativas luces de colores que provenían de la calle. Y allí, a estas horas, ya entrada la noche, en un microcosmos de tristeza, todo parecía distinto: un sueño, una pesadilla... Otra realidad en todo caso. Meherlu |
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