Tú me miras desde el otro lado de la mesa (tan lejos) y no sabes que hay frases que se diluyen al contacto de las manos, que se rinden al deseo cuando unos dedos repasan las vértebras metódicamente.
Acomodar mis labios en la piel de tus besos es dejar de respirar, morir por un instante. Es renunciar a comprender para intuir cómo el hambre incendia las venas.
Tú me hablas y no sabes que hay palabras que levantan polvareda, que soy la ceniza que el viento extiende hasta tu cuerpo.
Mamen Somar
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