Desde su celda tiró la colilla encendida al cauce del río mientras situaba en el mapa de su cabeza aquellos prados en pendiente vistos con los ojos de antaño. Y por la quemadura redonda y humeante de la cuenca de sus ojos comenzó a manar un llanto de heno líquido, bosta y manzanilla. No necesitaba seguir su rastro. Sabía que ese oloroso río desembocaba directamente en la mar.
2 comentarios:
Plas,plas,plas
Simplemente es Juanjo, probando la posibilidad de responder a un comentario sin estar dado de alta...
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